miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un Perucho en la Universidad.

Uno: los estereotipos.

317164_223731224347422_100001316390157_573164_2035523639_nCinco de la mañana. Suena el despertador de Diego. Lo apaga. Medio despierto, medio dormido camina hasta el baño. Prende la ducha. Se desviste. Coloca su cuerpo que ha sido banqueteado por los mosquitos y al sentir el agua fría, recuerda que ya no está más en Lima, y que sus clases empiezan en menos de una hora. Termina de secarse. Se mira al espejo, por más que intenta no puede cambiar la cara de sueño. Se da golpes en la cara, se peñizca. Intenta todo para despertarse, pero su cuerpo no reacciona, cada gota de su ser desea estar enredado en las sábanas y seguir durmiendo. Pero debe empezar el día. Respira hondo y sale del baño. El desayuno está servido, un buena sopa de caldo (alias Changua), una arepa con una rebanada de queso, un pocillo (tazón) con frutas y chocolatada…Come en modo automático. Coge su maleta y sale a caminar hasta la Universidad.

Veinte minutos después: exhausto, sudado, y deseando estar en su cama Diego llega a la Universidad. Trata de pasar desapercibido, pero al notar un “acentico” diferente le preguntan de dónde es. A penas pronuncia las siguientes palabras: P-E-R-Ú se escucha al fondo: “Señorita, Laura”. “Que pase el desgraciado”. “Lo conocí en una pollada” y demás frases que nuestra “queridísima” abogada de los pobres ha hecho famosos fuera de nuestro país. Diego no puede creer lo que está pasando No puedo creer que todos acá piensen así del Perú. No puedo imaginarme como es que siguen creyendo que los peruanos mendigamos por un “carrito sanguchero”. Dónde quedaron nuestros verdaderos embajadores de Perú, nadie conoce a la campeona de Surf, Sofía Mulanovich, a la Campeona de Box, Kina “dinamita” MalPartida a nuestro gran chef de renombre mundial Gastón Acurio…acá solo saben de la Señorita Laura”. Diego solo atina a sonreír por compromiso y se propone que al término de su estadía en Colombia esto debe cambiar.

Dos: en medio de la selva

La Universidad donde Diego ha de pasar los próximos cinco meses de su vida no es tan grande como él se imaginaba. Pero tiene algo que la hace muy llamativa, será su color anaranjado, los árboles a su alrededor, los pájaros que vuelan a su alrededor, las ardillas que se pasean por los escalones de la Universidad como si esta fuera su propia casa. Es a lo mejor el calientito y el sabor a latino a mil lo que hace que Diego se siente tan cómodo, tan augusto. Diego se siente como si estuviera en la Selva. Las calles y el clima, les hace recordar a los paisajes que ha visto en la televisión, en documentales de Tarapoto. La gente es muy amable y hay más motos que personas en las calles. Sobre todo, hasta ahora le sorprende la candidez de la gente. No puede creer que desde que llegó a esta tierra lo han tratado tan bien. Todos han sido tan amables, que han logrado borrar de la mente de Diego el imaginario de que los Colombianos son violentos, narcotraficantes e incivilizados. Ha ocurrido todo lo contario “Creo que ellos quieren que los extranjeros cambiemos nuestra forma de pensar que tenemos de ellos, por eso nos tratan tan bien, por eso se preocupan de que la pasemos genial en esta tierra”, piensa Diego mientras camina por los pasillos de la Universidad saludando a varios de sus “parceros” (amigos).

Esos amigos que al inicio fueron tan solo sus compañeros, pero que lograron formar parte de la vida de Diego en estos cinco meses que estuvo lejos de su amado Perú. Amigos, que son tardones, que le gastaron más de una broma en nombre de la “malicia indígena”, pero que soportaron las metidas de pata de Diego, cuando recién se “amañaba” (acostumbrara) a Colombia. Amigos que siempre llevará en su corazón y que cada vez que los recuerdes se dibujará una sonrisa en su rostro.

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bogotá 211

Han pasado cinco meses desde que Diego piso tierra Colocha y ha sido justamente esta tierra la que le ha enseñado mucho, aprendió a tratar con respecto a todas las personas, a que el decir Usted o Su Merce no es para los viejos, sino que es la manera perfecta de honrar a las personas, a extrañar a su familia, a sentirse más peruano que el ceviche, a demostrar que los peruanos no somos los estereotipos que por más de diez años Laura Bozo nos ha pintado. Pero sobretodo aprendió que el cambio climático ha afectado demasiado y que por su culpa había momentos donde las lluvias parecían inundaciones y otros donde ni los lentes oscuros te salvaban de los rayos del sol. Aprendió la paciencia de mil maneras.

Tratando de buscar una palabra con que Diego pueda definir Bucaramanga. Una palabra salta a su mente de repente: EXÓTICO…si así es exótico no sólo porque su clima puede cambiar en unos cuantos segundos, puede pasar del calor intenso a una lluvia con relámpagos incluidos. Exóticos porque las casas modernas e incluso las Universidades se mimetizan con la naturaleza en una manera majestuosa. Exóticos en su gente, porque te sorprende en su derroche de generosidad y amabilidad. Exóticos porque puedas pasar con ellos cinco meses y nunca te dejarán de sorprenderte…

Diego sube al avión, que primero lo llevará a Bogotá y luego a Lima (esa Lima que no ve hace más de cinco meses y que aprendió a extrañar), un coctel de emociones recorre su cuerpo. con cada parte de su ser. Mientras sube las escaleras del avión. Se para en lo alto de la escalera, toma aire y lo único que puede hacer antes de voltear es agradecerle a Colombia por dejarlo ser parte de ella en todo este tiempo, por regalarle un nuevo hogar, nuevos amigos, una nueva forma de ver la vida, sin prejuicios, sin estereotipos y con más respeto….ahora si da la vuelta y puede decir con total seguridad que “El riesgo es que te quieras quedar”…

-Fin-

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