jueves, 29 de octubre de 2009

Lima es morado

El día amanece y con él se despierta la fe de miles de seguidores, que se han levantado desde muy temprano y llegan desde diferentes partes del Perú, para poder venerar al Cristo Morado. Aquel que les concedió un milagro, ese Señor bendito que saben no les fallara… el Señor de los Milagros

En las Nazarenas

Se supone que estamos en primavera pero Lima rehúsa permitir que los rayos del sol den vida al paisaje. Son las 5.30 de la mañana y hay varios cientos de personas alrededor de la iglesia de las Nazarenas. Lo único que los divide del lugar donde la santa imagen reposa es una frágil pero portentosa soga de paja. Detrás de la soga me encuentro yo y algunos fieles que han salido de su casa a las tres de la madrugada y han venido caminando a ver al Señor de Pachacamilla. En el otro lado hay algunos cuantos hombres de morado tratando de calentarse frotándose las manos. He llegado temprano y pude ubicarme en una posición privilegiada a dos filas de donde está la gruesa soga de paja. En la iglesia se estaba oficiando la misa, han puesto unos parlantes afuera que nos permite poder seguir la voz del padre y el coro de los hermanos que asienten lo que el cura predicaba. A pesar de que somos varios cientos los que estamos fuera de la iglesia y que hace frío, se puede sentir la misa como si estuviéramos dentro de la iglesia.

Todos estamos atentos a las palabras del cura que salen por los parlantes cuando una voz dice: “Déjenme pasar” la gente lo va a mirar con mala cara y están a punto de responderle que no se puede cuando el intruso hábilmente responde: “yo soy sacerdote”. La gente se apacigua y le dice: “Dios lo bendiga padrecito”. Las melodías que provienen de la Iglesia transmiten calor a las personas que estamos esperando. Los empujones continúan y cada vez se hacen más frecuentes. Varias personas están molestas porque los hombres y mujeres de morado intentan pasar a toda costa a pesar de que saben que han llegado tarde. A esto se suma la fila de personas que se aprovechan de esto para poder adelantarse algunas filas y poder estar lo más cerca a la imagen. La gente es ingeniosa en poder crear mecanismos que le permitan adelantarse algunas filas. Algunos se ponen el hábito encima de las ropas, otras fingen cara de desvalido, algunas hermanitas sacan el sahumerio como prueba que necesita pasar la soga, otros alegan que son de la banda pero no llevan ningún instrumento, etc. Un señor al percatarse de todo esto les dice, de manera jocosa, al grupo morado que intentaba abrirse paso: “A ustedes les gusta el paleteo. Yo también quiero paleteo, paletéenme”, mientras alza las manos de manera alocada. Un señor de hábito lo mira seriamente y le responde con sequedad: “más respeto señor”. El hombre se calma y le responde: “Perdóneme hermano, ya sé porqué ustedes pasan por acá, quieren bendecir mi hombro. Bendígame hermano, bendígame”, lo dice mientras toma la mano del hermano y frota con ella su hombro.

Después que la misa dentro de la iglesia Las Nazarenas ha terminado un hermano de la primera cuadrilla se acerca a la muchedumbre y con voz de parlante ofrece “algodón bendecido por la imagen”. Alguien del fondo critica: “pero mire como lucran con la fe”; sin embargo, luego su voz se pierde en un mar de otras que piden a gritos: “una para mi hermano, tome el sol

Sale la imagen


IMG_1204 A las seis de la mañana en punto todo se paralizó, la respiración se paró y todas las miradas voltearon al unísono hacía un punto: la puerta de las Nazarenas. Nadie decía ni una sola palabra, pero no era necesario. La banda de la PNP (Policía Nacional del Perú) empezó a tocar la marcha de la bandera y las voces se decían una entre “otras allí esta mi Señor”, “si ya lo veo, ahí vienen mi amado Señor de los Milagros”. “Puedo ver ya las flores, a las sahumaduras”. “Puedo ver la bendita imagen” varias señoras a mi alrededor empezaron a llorar y otros a cantar. Todos enmudecieron cuando el padre empezó a hablar desde el estrado: “Vamos a recibir, queridos hermanos, con fuertes aplausos a la venerada imagen del Señor de los Milagros. El Señor de Pachacamilla se hace presentes en la esquina de la fe”. El padre siguió hablando, pero eso ya no importó. Nadie lo escuchaba todos tienen sus ojos, sus mentes, sus almas puestas en una sola cosa. Todos estaba hipnotizados en la imagen del bendito Señor de Los Milagros, aquel señor que les había hecho varios milagros, que les había hecho levantarse desde temprano y venir caminando para poder aunque sea poder contemplarlo un instante. La imagen se va acercando al estrado. El rostro de los fieles se vuelve más reflexivo, compungida. Todos elevan sus manos, depositando así su corazón a la imagen. Le dan gracias por el milagro realizado, por la salud, por la familia. Motivos sobran.

Los encargados de trasladar al santo son los cargadores de la primera cuadrilla. Lo depositan con suavidad y honor a un costado del estrado para poder oficiar la misa. Volteo el rostro y me asombró a ver la cantidad de gente. Son tantas que no puedo ver el final. En ese instante intentan pasar dos hermanos de hábito. Uno lleva un palo con un cartel y el otro un maletín. Son los emergencistas. Caminan diciendo: “Emergencia, emergencia. Abran paso, emergencia” y salen de la multitud con una mujer tapada y echada en una camilla. Todos se calman cuando ven que la imagen se va a levantar, sus esperanzas vuelven y a una voz cantan el himno del Señor de los Milagros como si fueran una sola persona. La misa casi culmina con el salmo “El Señor es compasivo y misericordioso”, frase que termina mágicamente por unir a todos los fieles, y hacer que las peleas por “te colaste” o “no me voy a mover” queden olvidadas en medio del coro que siguen los devotos, fieles a la Sagrada Escritura.

Empieza la procesión


Los cargadores alzan al Señor de Pachacamilla con sumo cuidado y están listos para empezar el arduo camino hasta la siguiente parada: La plaza de armas, pero antes de llegar tendrá que recibir varios homenajes y habrá cambiado de cuadrillas varias veces. Dos mujeres que me acompañaron durante la misa me aconsejan que no siga la procesión, que tome el atajo de Jirón Lima y adelante a la venerada imagen en la Plaza de Arnas; sin embargo, algo me mueve a unirme a ese grupo humano que va decidido en acompañar al Señor por la Avenida Tacna. Quizá es el sentimiento de empezar a sentirme uno de ellos, de lo cual me pude dar cuenta cuando en medio de la misa con mi grabadora en mano me encontré alzando en voces el cántico hacia el Cristo Morado, me halle orando por mi familia con un calor en el pecho que me obligo a cerrar los ojos con fuerza y seguir orando…. Quizá fue eso lo que me empujo a seguirlo y hallarme más tarde en medio de gente, de la que fui por ese momento, igual a mí.

Ahora es casi imposible calcular el número de persona que estamos en la procesión. Decir que hay un mar de gente queda chico. La gente se apretuja, se golpea, se tironea…se asfixia. Muchos intentan pasar la soga para estar más cerca a la imagen pero los hombres de morado y los policías se lo impiden. Una viejecita con una niña que fácilmente pasaría como su nieta está siendo empujada por la muchedumbre, nadie la respeta. Se le acerca al policía para pedirle que le deje pasar. El policía la mira a los ojos y solo puede ver en ellos una súplica que viene desde lo más hondo de su alma. El policía por más castrense que sea no puede negarse a eso y su frialdad es doblegada por esos tiernos ojos negros. La viejecita con la niña logran pasar, pero luego regresa para depositar un beso en su mano, el cual luego es colocado tiernamente en la dura cara del policía.


Trató se sostenerme de la soga lo más que puedo para no caerme, pero los apretujones siguen. La procesión se para. Viene el primer homenaje de música criolla. Un pequeño estrado y las voces de grandes cantantes le cantan al Señor de los Milagros las canciones que el querido “Zambo” Cavero solía entonarle “cada domingo después, después de la misa”. Seguimos caminando, lenta, apretada y asfixiantemente. Volvemos a parar para darle otro homenaje en un estrado un poco más grande que el anterior. Pero esta vez la imagen no se para, sigue de largo. Varios criollos entonan en el estrado sus oraciones echas canciones para el Señor de Pachacamilla.

Estamos entrando a la parte más estrecha de la Avenida Tacna. La gente se sigue empujando de un lado a otro, todos desean poder estar lo más cerca a las andas para así tocar la imagen. Los policías saben que si se acercan más pueden alterar el equilibrio de los cargadores y esto desencadenaría en un desastre de proporciones épicas, por eso deciden empujar a las personas a un lado. Estamos tan juntos que se puede sentir la respiración de cada persona a mi alrededor. Intento no separarme de la soga. Pero ya no puedo más el olor es exorbitante, la gente es demasiada, los apretones son excesivos. Decido cerrar los ojos y unirme a la muchedumbre, desprenderme de mi individualismo y hacerme uno con la gente, dejar que el misticismo de la procesión me guíe y pueda ser uno con la procesión. Mala idea, ya que casi me caigo. Los frágiles árboles que están apostados en la calle se mueven como si un tornado pasara. Parece que en cualquier momento van a caer y eso ocasionaría un tragedia.

Tuve que separarme de la gente, porque estar un minuto más en ese mar de gente ponía en peligro mi integridad física. A pesar de que anduve con la procesión unas cuantas cuadras pude experimentar el calor de la procesión, la euforia de la gente, el misticismo. Pero principalmente el ferviente amor que la gente le profesa a la imagen.

Rodeé a la procesión y esperé que llegue a la Plaza de Armas

En la Plaza de Armas


DIRE240909cris La Plaza Mayor nunca me pareció tan pequeña. “Un granito de mostaza que mueve montañas” es coreado por los fieles que están de pie en un gran estrado colocado afuera de la Catedral de Lima. Los cantantes que han tomado la posta en los micrófonos, ubicados en las afueras del templo más importante de Lima, lucían elegantes ternos y sastres negros que se perdía en medio del morado imponente del día; aún así, nada empañaba el vigor de los cánticos que entonaban, nada parecía perder fuerza aquel día, era como si una vibra de energía hubiera nacido súbitamente en los limeños, de un sábado tremendo a un domingo compungido y de arrepentimiento. Ciento de familias, vendedores, cantantes, policías y periodistas llenan este espacio en donde minutos más tarde el Señor llegará a llenarlo todo. Andy es un vendedor de detentes del Señor de los Milagros. Estuvo en la iglesia de las Nazarenas desde las 6:00 am. y me cuenta que, si bien es cierto la desorganización produce caos, la numerosa cantidad reunida ese domingo aumentaba las ganancias de él, su hermano y su madre, que se dedican al mismo oficio desde hace varios años.

Unos turistas conversan entretenidamente con su guía turística, que al parecer disfruta mucho en repetir “on that corner, sir”. Me acerco con curiosidad y termino siendo una participante más de este encuentro intercultural. Kelly y Thomoas Morrinson son una pareja de esposos de Estados Unidos, es la primera vez que vienen a Perú y me confiesan estar sorprendidos del despliegue de la gente y de los medios de comunicación sobre un evento religioso tan grande, del cual por supuesto nunca vieron algo igual en su tierra natal, aseguran además que la procesión y el encuentro no les parece desorganizado ni repleto. “It’s sorpresing but it’s not very crowded”.

Miluska llevaba a su hija Rosa desde pequeña a la procesión. Hoy las dos se encuentran vestidas con hábitos morados y el cinturón blanco que caracteriza a todos los fieles del Cristo de Pachacamilla. Miluska me asegura que para ella el Señor lo es todo y que sin él no hay nada, abraza a su hija, quien me mira y me confiesa que es un sentimiento heredado que lo sigue como si fuera nuevo cada día.

La imagen se encuentra frente al Presidente de la República. Se encuentra en el banco lateral del Palacio de Gobierno con el hábito y rodeado de su séquito y se puede apreciar a su hijo Dalton en un extremo. Toda la gente tiene la vista y los pensamientos divididos. Algunos miran expectante y fervorosamente a la imagen, mientras que otros miran cada movimiento del mandatario. Lo ven arrodillarse y orar. Me preguntó que le pedirá al Señor de los Milagros. Le pedirá acaso que le regale un poco de su popularidad, que le conceda el milagro de que llegue vivo al 2011 o a lo mejor le está pidiendo que le haga el milagrito de desaparecer esa inmensa protuberancia que le impide verse los pies. El presidente García baja solemnemente y saluda a los hermanos de la cuadrilla para poder darse un baño de popularidad que tanto le hace falta. Le entrega el escudo nacional hecho de flores como homenaje de la imagen. Toma el puesto que antaño hacía cada octubre y empieza a cargar la imagen unos cuantos pasos. Luego deja su puesto para volver al Palacio.

La Plaza de Armas está atiborrada de gente, no cabe ni un alfiler. Es un escenario diverso y curioso, Andy, el niño vendedor de detentes, estuvo ahí; diferentes muestras de los estratos limeños se encuentran con él, inclusive un presidente vestido con el hábito morado desciende hasta el espacio de concentración. Todos, sin ser todos, están con él; y nadie, incluyendo todos, niega lo que provoca en las masas con su sola presencia. Y quedan así: ensimismados en un solo punto. Su cuerpo, sus ojos, su mente, sus corazones están dirigidos a un solo lugar: a la imagen del Señor de los Milagros.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Seguimiento a un objeto: Mp3

Mi mp3 fueclip_image002 un regalo de mi madre a finales del 2006. Ella había viajado a Estados Unidos (un viaje que se suponía debía ser de solo tres meses se convirtió en casi siete) para a cuidar a su sobrino. No sabía qué era lo que anhelaba más: a mi madre o al Mp3. Es que era lo único que yo le había pedido: “Te vas a Estados Unidos, pero tienes que venir con un Mp3”, le dije (mientras le daba el último abrazo) en el aeropuerto. La espera valió la pena. Luego de tener a este pequeño aparato de color blanco entre mis manos, supe que había sido hecho especialmente para mí. Era un reproductor mp3 de la marca Creative, modelo MuVo 100 (Su lanzamiento en Estados Unidos data del 2005, pero en el Perú llegaría recién en el verano del 2007).

Según mis investigaciones “Creative es líder mundial en productos de ocio digital para ordenadores personales e Internet. Creative se fundó en Singapur en 1981 con la convicción de que el contenido multimedia revolucionaría la manera en que las personas interactúan con sus ordenadores .En la actualidad, Creative está reconocida mundialmente como líder global por su innovación en los sectores del sonido y el entretenimiento personal (…) Creative se esfuerza para que todos sus productos sean un placer sensorial tanto para la vista como para el oído.” (Texto tomado de http://es.creative.com/corporate/about/)

La primera característica que salta a la vista es: su pequeñez. Puede caber en la palma de la mano sin ningún problema. Esto me era útil para poder llevarlo a todo lugar. Me acompañó a dar mi examen de admisión (claro que nadie se dio cuenta de que estaba escondido en el bolsillo anterior de la casaca). En una oportunidad viajé al sur del país y él era mi fiel compañero, que amenizaba las largas horas sentado en el bus. Otro aspecto es: su durabilidad. Suelo ser un poco descuidado. Varias veces se me cayó de varios pisos y se erguía: indestructible, imponente…como si nada lo pudiera parar. Incluso una vez mi hermana lo tiró a la piscina, yo lo recogí, lo puse al sol por varias horas y luego funcionó como si nada le hubiera pasado. ERA INDESTRUCTRIBLE. No tenía mucha capacidad, a la justas 1Gb, esto hacía que sea más selecto con la música que le ponía.

Tiene un valor agregado. Tiene un programa que permite poner la letra de las canciones, las mismas que se pueden ver en la pantalla. Esto hace que se convierte en un karaoke portable. No pensé lo útil que sería esto, sobre todo cuando te vas a reunir con tus amigos y, para variar, ellos llegan tarde. Entonces te sumerges en las letras de las canciones y todo lo demás se vuelve borroso, inexistente y cuando menos te das cuenta un transeúnte te pide que bajes el volumen de tu voz…

El hecho de que sea tan pequeño y que se pueda esconder era una ventaja, pero a veces podía ocasionar varios problemas. Fueron muchas las veces en que lo dejaba extraviado en diferentes partes de mi casa. Una vez pasó toda una noche detrás del wáter del baño. En otra ocasión pasó varios días debajo de mi cama. Si relatara todas las veces que se me extrávio, no me alcanzarían los números. En varias oportunidades estuve a punto de perderlo para siempre, pero siempre lograba encontrarlo.

Me acompañó desde el primer día que ingresé en la Universidad (contrayendo la advertencia de mis progenitores). Había reservado un lugar especial para él: el bolsillo lateral derecho. Era mi rescate en los momentos en que el micro se estancaba por el tráfico. Hacía mi viaje más placentero, en conclusión: me alegraba la vida. Hasta un día. Es uno de los recuerdos más grises de mi vida, no me gusta mucho recordarlo. Está un poco confuso, como si fuera algo irreal. Trataré de hacer mi mejor esfuerzo.

Ese día en la Universidad tenía clase de informática a la última hora. Terminé la clase y me dirigí a tomar el transporte público que me llevaría a mi casa. Estaba exhausto (tuve tres clases seguidas) y lo único que quería era sentarme en el bus, ponerme los audífonos y sumergirme en el mundo de la música. Estaba casi por llegar al paradero de mi casa, así que lo deposité cuidadosamente en el lugar de siempre. Me puse a meditar un poco sobre las clases que había tenido y los trabajos que debía presentar en los siguientes días. Cuando bajé del transporte público lo busqué para poder disipar la nebulosa de mi mente, pero ingrata fue mi sorpresa cuando no lo encontré. Mi corazón se paralizó, no sabía qué hacer. Respiré hondo, traté de tranquilizarme, busqué por todos los bolsillos de mi mochila. Con calma, saqué las cosas de mi mochila, la ausculté con cuidado, pero no encontré nada. Lo siguiente es borroso, no sabía si estaba en un sueño o no…Caminaba solo por inercia, mi mente no pensaba. Estaba en shock. Tarde varios minutos en aceptar la realidad.

Lo perdí. Esas simples palabras clavaron en mi corazón un hueco muy grande. Parecía que estaba en un sueño, mi ser repudiaba la idea de no tenerlo más. No podía imaginarme la vida sin él. No tenía ganas de nada, lo único que deseaba era que todo esto fuera un mal sueño y que su música me despertará.

Esperé mucho tiempo para poder tener otro mp3. Cerca de unos seis meses. Tuve que viajar más de 500 mil km en avión solo para poder tener la esperanza de conseguir uno igual. Cuando por fin estaba en Estados Unidos, pensé que lo encontraría. Busqué por todos los sitios posibles. Fui a la misma tienda donde mi madre lo había comprado, pero no lo encontré. El señor de la tienda me dijo que ya no vendían ese modelo. El stock estaba acabado. Mi ser casi se parte en dos, pero qué iba a hacer. No viaje tanto por las puras. Decidí comprar otro modelo muy parecido…

Mi nuevo mp3 es de la marca RCA Pearl. Tiene capacidad de 2 GB, radio….pero no tiene una pisca de comparación con el anterior.

domingo, 11 de octubre de 2009

Crónica de un viaje urbano: San Miguel - ATE


Desperté temprano. Lima, la gris, me recibía con un cielo oscuro. Me dirige a la Av. La Marina. El viaje iba a hacer muy largo. Prepare mi mente y mi cuerpo para poder soportar el hecho de estar sentado por más de una hora. Encontré un micro grande y para mi fortuna estaba casi vació. Los asientos de adelante estaban parcialmente llenos y una pareja de enamorados estaban muy cómodos en la parte de atrás. Esto no duraría mucho tiempo, ya que pronto sería testigo del ir y venir de los pasajeros.

El cobrador no pasaría la barrera de los 20 años y su voz chillona rebotaba en mis oídos. El chofer, un hombre de tez morena y que bordearía los cincuenta, era un as en el volante. El tramo de la Av. La Marina a la Javier Prado fue relativamente tranquila. Pero mientras más nos acercábamos a la Molina, más calor sentía y podía ver como, literalmente, el ambiente iba cambiando. Dejábamos las casas de colores serios para adentrarnos en edificios modernos y grandes. Además el cielo gris se despejo y el sol salió: Majestuoso, imponente. No solo el ambiente cambiaba, sino el tipo de pasajeros también lo hacia. Estaba cómodo en mi asiento hasta que tuve que cederle el asiento a una señora. Mi comodidad se acabó y empezó la tortura. No me cansaba el hecho de estar parado, sino que cada vez más gente entraba al micro. El micro estaba prácticamente lleno, pero el cobrador seguía haciendo entrar más gente incluso decía que el carro estaba vacío. Debo admitir que el cobrador es un experto en esta faena. Es capaz de meter a cinco personas, una viejita con sus paquetes y todo en el asiento de atrás. Cuando estábamos en Javier Prado los pasajeros eran gente de terno y corbata, estudiantes o ejecutivos. Cuando dejamos esta avenida también lo hicieron estos pasajeros y fueron sustituidos por gente de rasgos étnicos con ponchos y trajes coloridos. Esto era un indicador que nos acercábamos a ATE. El sol seguía en su apogeo, pero no se podía decir lo mismo de las casas. Dejamos los grandes edificios y centros comerciales lujosos para encontrarnos con pistas sucias, olores hediondos, carteles de conciertos de cumbias por todos lados y mucha gente caminando por todos lados. El tráfico vehicular había aumentado considerablemente y las zonas verdes de la Molina me parecía ahora un espejismo.

De este viaje me llevó una gran impresión. Ahora entiendo mejor el concepto de que Lima esta sobre poblada, que es una ciudad que alberga todas las razas aunque no las soporta. Es sorprendente y casi indescriptible ver como dentro de Lima se conjugan varios climas, personas y estratos sociales. Por último lo que ha quedado impreso en mi mente y en mi corazón es la metamorfosis que sufre la ciudad. Comenzando por una parte lujosa, moderna y hasta cierto punto colorida a un lugar seco, árido, sucio y lleno de casas de esteras en las puntas de los cerros.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Crónicas de un viaje anunciada: Tercera parte

Prefacio

Me desperté y por un momento me sentí desubicado, pensé que estaba en un sueño. El aire acondicionado me hacía temblar, pero el exterior estaba iluminado por una luz amarilla brillante que lo reflejaba todo. El paisaje era simplemente hermoso, irreal y majestuoso...Atlanta ya llegué.

Peachtree City: la ciudad del melocotón

Peachtree City esta considerada entre una de las diez mejores ciudades de Estados Unidos para poder vivir y esto lo confirma las inmensa áreas verdes, lagunas y carritos de golfs. Así es no ha leído mal, en esta ciudad del sur de Estados Unidos se caracteriza porque es la única que está interconectada por caminitos de golfs. Estos carros vendrían a ser el equivalente de las moto taxis en Lima, ya que lo ves por todos lados y de todos los tamaños. Pero eso sí, la gran diferencia es que no alteran el tráfico y mucho menos el ánimo de las personas porque tienen un camino especial para ellos. Si sigues este camino puedes llegar desde tu casa hasta WallMart (equivalente a Metro acá), BestBuy (Un radioshack enorme), etc...En fin puedes llegar a cualquier parte de la ciudad.

Se respira aire puro, mi pulmones si que disfrutaron la visita, ya que pudieron desintoxicarse de Lima. Me dirigí al patio de la casa, está cercado pero tiene un perímetro amplio, verde. La vista se pierde en el horizonte verdoso. El cielo esta despejado y alegres las nubes se dejan ver. Las casas son grandes, amplias y están hechas de maderas. No están cercas. Son divididas por varios jardines, lo que le da un aspecto muy campestre a la zona. Parecía que estaba en un capítulo de "Los años maravilloso". Dentro de las casas no sientes el calor. El termómetro dice que estamos a más de 30 grados, pero yo sentía nada. Estaba bien fresco. Pero me di con la sorpresa al momento de salir de la casa...Afuera estaba hirviendo. El calor era tan sofocante que me agobia, me dirigí rápido al carro para poder activar el aire acondicionado. La calma volvía a mi cuerpo.

Mi primo me dijo que la ciudad es un poco aburrida, debido a que es un suburbio y está lejos de la ciudad principal (Georgia). La única manera de divertirse es haciendo reus en la casa de tus amigos. bueno esto será unos diez días bien "interesantes", pensé para mi fuero interno. Así pasé mis diez días en está ciudad de melocotón en casas de los amigos de mis primos, (algunas de ellas me dejaron literalmente con la boca abierta... Unas grandes mansiones de más de dos pisos, con varios cuartos y piscinas. La que más me sorprendió fue una casa que tenía un cuarto especial para hacer música. Tenía varios instrumentos, consolas, micrófonos y más...) haciendo compras y viajando en el carrito de golf. Esta es una sensación casí indescriptible. Me acuerdo de un día en especial, era casi antes de regresar a Lima y no había nada que hacer. Mi primo llamó a un amigo y nos fuimos a pasear en su carro de golf. Eran como las diez de la noche pero no parecía, el sol acababa de desaparecer en el horizonte. En un momento del recorrido me pare encima del asiento del carrito, me sujeto del armazón y simplemente dejé que el aire tocara mi rostro...cerré los ojos y deje que la imaginación fluya...no tenía palabras para describir lo que sentía en ese momento, y hasta ahora no las puedo encontrar... Me ensemisme tanto que mi primo tuvo que llamarme varias veces...no quería salir de ese estado...se sentía con tanta paz...

Pero todo tiene que terminar y este viaje también... No la pase para nada mal. Me divertí mucho, disfrute mucho, tuve experiencias tan reconfortantes. Sé que fueron pocos días... Pero Estados Unidos se pudo mostrar tal cuál es, pude comprobar lo que veo a menudo en las películas o series del cable. Una sociedad muy consumistas, donde el cliente siempre tiene la razón (créanme yo lo experimentado: una vez compre varias cosas y luego me arrepentí... si tuve mi momento de locura y de comprador compulsivo, tuve que regresar a la tienda a regresar las cosas, avergonzado, pensando que no me lo aceptaría. No me hicieron problemas y me devolvieron mi plata....), donde los jóvenes son bien "open mind", la ciudad de la libertad total: donde uno puede perderse y sus padres no se preocupan por ellos, ni siquiera lo llaman (pero en el fondo ellos desearían eso)...Eso es a lo mejor lo que nos hace tan diferentes: EL CALOR FAMILIAR...

En conclusión este viaje me ayudó mucho. Me permitió conocer una sociedad diferente. Pero sobretodo me permitió vivir experiencias únicas que nunca olvidaré

...Ahora cada vez que miró un avión surcar los cielos me transportó a estos gloriosos 10 días en EE.UU y revivir las emociones...

En el siguiente Slide podrán apreciar algunas fotos de mi viaje a Atlanta así como del acuario de Atlanta, la Coca-Cola, los carritos de Golf y los cementerios de autos que ahy en la ciudad....disfrutenlo!!








FIN
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