El cobrador no pasaría la barrera de los 20 años y su voz chillona rebotaba en mis oídos. El chofer, un hombre de tez morena y que bordearía los cincuenta, era un as en el volante. El tramo de la Av. La Marina a la Javier Prado fue relativamente tranquila. Pero mientras más nos acercábamos a la Molina, más calor sentía y podía ver como, literalmente, el ambiente iba cambiando. Dejábamos las casas de colores serios para adentrarnos en edificios modernos y grandes. Además el cielo gris se despejo y el sol salió: Majestuoso, imponente. No solo el ambiente cambiaba, sino el tipo de pasajeros también lo hacia. Estaba cómodo en mi asiento hasta que tuve que cederle el asiento a una señora. Mi comodidad se acabó y empezó la tortura. No me cansaba el hecho de estar parado, sino que cada vez más gente entraba al micro. El micro estaba prácticamente lleno, pero el cobrador seguía haciendo entrar más gente incluso decía que el carro estaba vacío. Debo admitir que el cobrador es un experto en esta faena. Es capaz de meter a cinco personas, una viejita con sus paquetes y todo en el asiento de atrás. Cuando estábamos en Javier Prado los pasajeros eran gente de terno y corbata, estudiantes o ejecutivos. Cuando dejamos esta avenida también lo hicieron estos pasajeros y fueron sustituidos por gente de rasgos étnicos con ponchos y trajes coloridos. Esto era un indicador que nos acercábamos a ATE. El sol seguía en su apogeo, pero no se podía decir lo mismo de las casas. Dejamos los grandes edificios y centros comerciales lujosos para encontrarnos con pistas sucias, olores hediondos, carteles de conciertos de cumbias por todos lados y mucha gente caminando por todos lados. El tráfico vehicular había aumentado considerablemente y las zonas verdes de la Molina me parecía ahora un espejismo.
De este viaje me llevó una gran impresión. Ahora entiendo mejor el concepto de que Lima esta sobre poblada, que es una ciudad que alberga todas las razas aunque no las soporta. Es sorprendente y casi indescriptible ver como dentro de Lima se conjugan varios climas, personas y estratos sociales. Por último lo que ha quedado impreso en mi mente y en mi corazón es la metamorfosis que sufre la ciudad. Comenzando por una parte lujosa, moderna y hasta cierto punto colorida a un lugar seco, árido, sucio y lleno de casas de esteras en las puntas de los cerros.
Está interesante, voy a chapar mi combi.
ResponderEliminarGente con poncho? Pero en la Molina hace calor! bueno...nunca sabes que te espera dentro de esta ciudad y mucho menos en el maravilloso mundo automotriz de nuestra querida Lima, de cualquier modo...nuestra capital no sería entretenida sin nuestros respetados microbuseros.
ResponderEliminarEB
una intro de jonas, me diste otro enfoque. La interesante metamorfosis de los viajes en Lima. Tambien pas epor eso en una 48, recorre San Miguel y la Av Abancay, con eso te lo digo todo. Muy interesante, las combis en Peru... unicas.
ResponderEliminaruna intro de jonas, me diste otro enfoque. La interesante metamorfosis de los viajes en Lima. Tambien pas epor eso en una 48, recorre San Miguel y la Av Abancay, con eso te lo digo todo. Muy interesante, las combis en Peru... unicas. Lizva =)
ResponderEliminarMilo los de poncho eran la gente de Ate que se subía ps!!...hehehehe..aunque ya no es raro verlos en La Molina sino me crees mira el Especial del Humor los sábados en la noche (advertencia: esto ha sido algo sarcástico...por si acá no quiero crear otra "trifulca virtual"...)
ResponderEliminarbueno me gustó mucho y justo estoy haciendo mi proyecto fotográfico de la vida en la combi , así que corroboraré lo que he leído sobre los choferes y cobradores la otra semana. Aunque con los viajes largos que suelo realizar entiendo lo que sentiste perfectamente. Me gusta tu crónica. perdón n oentré desde mi blog , pero ahí está mi nombre.
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