Uno: La despedida
Diego se levantó adolorido, los moretones de la última partida de PaintBall aún se empecinan en no dejarlo ir. Se cambió y se dirigió a relajar su mente con un partido de billas. Su contrincante-amigo, para variar llegó tarde. Diego disfrutó mucho el billar, aunque el clima no le era favorable, pero conversar y ganar algunas mesas fue una buena manera de despedirse de Lima. Pero este sería tan solo el inicio de una serie de despedidas, algunas alegres otras; tristes, algunas mejor organizadas que otras. Pero aunque logró decirle adiós a todos, no fue fácil hacerlo, en especial a uno de ellos. Las despedidas siempre son tristes, pero son más tristes cuando no hay palabras que decir y solo queda el silencio y el sollozó lo llena todo. La mejor manera, para Diego, de no sentir que se va es pasar las últimas horas con sus amigos y seres más queridos. Hacer la maleta, conversar con los amigos, almorzar con la familia es la mejor manera de pensar que uno solo se va de paseo. Pero aunque Diego pueda retener las lágrimas por un tiempo y pueda hacerse a la idea que es tan solo un paseo de fin de semana muy en el fondo sabe que los extrañará, sabe que no será lo mismo, sabe que sus padres ya no estarán con él, que sus hermanos no estarán, aunque sea para fastidiarlo, y sabe que aunque ahora puede existir el Facebook u otras maneras de comunicarse sus amigos ya no estarán con él. Diego, suspira, toma aire e ingresa al avión. Dejando atrás una madre, un padre, un cuñado que mueven sus manos como despidiéndose. Diego enseña el pasaporte y deja Lima atrás.
El vuelo estuvo dentro de lo normal, ver una buena película ayudó a que Diego se olvidará de sus amigos, de su familia y de su vida en Lima. El llegar a Bogotá y sentir que casi pierde su vuelo, le ayudó a mantener su mente ocupada y sentir la adrenalina por unos instantes ayudó que su viaje fuera placentero, en cierto sentido. Llego a la ciudad que será suya por cinco meses, 126 días y miles de horas. Una ciudad caliente, donde puedes tener en el bolsillo miles de miles de pesos, pero donde una gaseosa puede llegar a costar como tres mil. Al bajar por la escalera del avión lo recibió con neblina y llovizna, y eso que Diego pensó librarse de la lluvia de Lima….
Dos: La llegada
Un taxi amarillo sería el escogido de llevarlo a su nuevo hogar. “Bienvenido a Bucaramanga, la ciudad bella”, dice un taxista sonriente. “Debe ser la ciudad roba maletas”, piensa para sí , Diego. Tendrá que resignarse a dormir con la ropa que tiene, es que el destino le jugó una mala pasada y las maletas de Diego fueron a parar sabe Dios a qué lugar, o de repente se quedaron en Lima, obstinadas en no partir. Una casa en el segundo piso, una cama con un colchón delgadito, una mesita de noche y mucho calor se aseguran de darle la bienvenida. Diego busca, como quién busca agua en el desierto, una señal de Internet, es que acaba de darse cuenta que no le ha dicho nada a sus padres, no saben nada de él desde la tarde. No consigue nada, se da por vencido y se acuesta.
En la mesa hay un sobre, en el sobre una carta y en la carta indicaciones. Las lee cuidadosamente. Le piden que esté en la Universidad a las once de la mañana. Se lava la cara, sale a conocer la zona, un sonido en su vientre le hace dar cuenta que tiene hambre. Busca un lugar donde comer, desayuna un caldo, una arepa y café con leche, mientras agradece a su cuñada por los pesos que le regalo. Falta poco para ir a la Universidad, pero se da cuenta que no tiene ropa, las maletas aún no llegan, pero como si es que le hubieran leído los pensamientos un taxi amarillo aparece con su maleta. Diego le agradece al señor y sube las maletas. Ahora si se baña, se pone un short, un polo, se hecha colonia y espera el taxi que lo llevaría a la que sería su siguiente casa de estudios…
Tres: El encuentro
“Bienvenido a la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), su casa por el siguiente semestre”, esas simples palabras pronunciadas por una morena con un acento tan encantador que si le insultará igual sonaría tan bonito. La señora (ojo en Colombia no importa que tengas 20 o 30 para ellos serás señora o señor) lleva a Diego al área administrativa de la UNAB, un edificio que tiene cerca de 30 años y donde se encuentra el Decano de su facultad. Sube al tercer piso, un pasillo largo tiene las oficinas de todas las facultades. La morena presenta a Diego, las secretarias se paran de su escritorio y lo saludan atentamente. Diego se percata de un cartel en la pared que lo hace sentir alegre “Está de moda ser latino”. Le dicen que el Decano está en una reunión y que lo atenderá en unos minutos. Diego ve la oficina del Decano, la ve abierta, se sorprende, en Lima solo vio al Decano un par de veces, solo en ceremonias, y muy lejos. Diego ingresa a la oficina del Decano, el Decano se levanta de su asiento, le extiende la mano, le da un apretón muy fuerte y su acento es diferente, de hecho todo su actuar es diferente, se entera que es un Paisa (ósea de Medellín), eso explica sus modales y su acento. El Decano le hace sentir su pesar por la maleta, esto conmueve a Diego. Le pregunta qué tal durmió. Diego le dice que bien, aunque sintió las maderas de la cama. El Decano empieza a hablarle de la UNAB, del prestigio que ha ganado la UNAB en los últimos tiempos, del convenio firmado con la Universidad de Diego cuando ingresa el asistente de Relaciones Internacionales. Diego solo había intercambiado correos con él, así que su impresión fue grande al darse cuenta que era un joven, pues en la mente de Diego era un señor de 50 años, gordo, sin pelo (aunque en eso si acertó), con tres divorcios, un gran carro con chofer y cinco hijos. El Decano continúa hablando de la UNAB y llena a Diego de información y libros.
Lo que más sorprendió a Diego fue el siguiente gesto: El Decano le pregunta si es que tiene planes para almorzar, Diego responde que no y el Decano hace una llamada y separa tres almuerzos para el medio día. Diego está más que sorprendido, nunca en su corta vida un Decano había sido tan amable con él y le había invitado a almorzar. “Esto serán los cinco mejores meses de mi vida”, pensó Diego. El almuerzo fue más que delicioso. Sopa (nota mental: para ser un pueblo caluroso los Bumangueses toman mucha sopa) de alcachofa, trucha en salsa de maracuyá, verduras, puré y de postre un Tiramisú, pero la comida no solo era buena sino que la compañía también. Estar al lado de un hombre tan gentil y lleno de mucha experiencia era simplemente glorioso. La sobremesa fue buena, hablaron de Lima, de la Universidad de Diego, hasta de política y como fondo musical la potente voz de Eva Ayllón retumba en todo el restaurante. El Decano se despide con otro apretón de manos y con la promesa de que vayan a su oficina cuando quieran, que las puertas siempre estarán abiertas y el internet a su disposición. “Si en Lima las cosas fueran así, la gente estudiaría sin temor y alegre”, vuelve a pensar Diego.
Regresa a la oficina de relaciones internacionales. La gente lo saluda. Coge el teléfono y vuelve a escuchar la voz de su madre y su padre en la otra línea…
Pero todavía falta mucho más. El nuevo horario, los otros chicos de intercambio, las comparaciones, las primeras metidas de patas, las caminatas…las nuevas frases…si es que te gusto haz un comentario y espera que todavía falta mucho por ver, o mejor dicho leer
Nos leemos en un Perucho en Colombia, segunda parte.
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Dani! Almorzaste con el Decano! APRENDE Johan Leuridan!! un poco de humildad no le vendría mal a nuestro gran decano, en fin.(espero qe no me boten x eso XD)
ResponderEliminarFuera de eso, no sé xq pero creo qe me volveré mucho más fan de tu blog ahora qe estás en Bucaramanga, Te qiero :)
Muy bueno Danielin!!! Ya veras que mucha gente, más que todo tus amigos te leeran, solo para saber como estás y qué cosas estas haciendo en Bucaramanga!!! :D Cuidate muxo
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